Me enamoré del único hombre
capaz de arrebatarme como halo de luz
de mi universo de soledad enmohecida.
Del que no ofrece lo que pido
sino lo puede y necesito,
del que atrapa mi vida
en su mirada insondable.
Del que no deja huellas, más bien caminos.
Me enamoré del hombre que no pone estrellas
a mi días lluviosos, pero tampoco
deja cúmulos en aquellos venturosos.
De aquel que sabe devolverme una sonrisa,
para el que no hay palabra
que pueda levantar murallas,
ni silencios que no tengan añoranza.
De ese que no mitiga las heridas,
porque su filosofía pretende evitarlas.
Me enamoré de la firmeza de sus manos
cuando talla sus sueños en mi alma,
de la sutileza con que pide
que me quede para siempre.
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