El amanecer anunciaba su llegada,
aún sin abrir mis ojos
tu recuerdo era rocío sobre mis sentidos.
Te conocí hace tiempo, desde niña;
fue entonces que te sentí por vez primera,
tus caricias inocentes tocaban a mis puertas,
que a partir de ese día,
para ti, estuvieron siempre abiertas.
A veces nos veíamos a escondidas,
cobijados en el manto de la noche,
y en tus manos me ofrecías la luna y las estrellas.
Tantas veces tu susurro me alentaba,
y la humedad de tus besos
enjugaba tierna y silenciosamente mis lágrimas.
Pasaron los años, nunca dejaste de ser fiel refugio.
Los mimos fueron tornándose más serios,
ninguno de los dos opuso nada;
me hice mujer entre tus brazos.
El destino nos separó,
ya lo habíamos hablado.
Lejos de ti nada era igual,
jamás encontré quien hiciera lo mismo que tú
sin pedir nada a cambio.
Hoy quiero regresar a ti,
sentarme en tu arena ligera
para mirar como te vas acercando
que tus olas me besen otra vez
desde los pies hasta los ojos,
hasta que me venza el cansancio.
Dormirme en tu murmullo.
Contarte lo que he vivido
ahora que no estás a mi lado;
dejar que te lleves como antes
todas mis lágrimas y mis ansiedades.
Robarte otra vez el reflejo de los astros.
Caminar hacia ti,
que me ahogues en un abrazo.
Mar de mi antigua morada
que siempre fuiste mi remanso.
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