8 de septiembre de 2007

CORTEJO

La noche es siempre amiga del amor.
Entre murmullos, vino y música
tus ojos buscaban a los míos,
pero no fue si no tu sonrisa,
rebanada de luna, que rompió las fronteras.

Cuando abriste el abismo de mi indiferencia
sólo estabas tú entre tanta gente.
Pasé entonces a tu lado
porque entendí el juego y me gustaba.
Otra vez nuestros ojos eran dos piedras
que al chocar destellaban chispas,
No hubo palabras, es más, ni gesto alguno.

Estábamos los dos del mismo lado,
apostando a la misma suerte.
Se volvió más que una danza
de miradas, un ritual de seducción.

Avanzamos al par de las copas consumidas,
yo bailaba para ti, tú disfrutabas mi osadía;
el baile era propicio para coincidir
y perseguirnos incansablemente.

Me complacía verte estático y desafiante,
como quien contempla un escaparate.
Volví a dejar mis pasos libres hacia ti,
pero usaste la estrategia de distracción,
tocarte, entonces, estaba justificado
para abrirme paso entre la gente,
fue nuestro más cercano roce.
No sé a ti, pero a mi me bastó para regocijarme.

Recuerdo que fue un fin de semana,
una madrugada fría de diciembre, en un bar.
Me llevé tu rebanada de luna,
tu esbelta figura, tus dos granos de café …
me robé tu estampa.
¡Que ironía!, Sólo sé tu nombre,
tú de mi no sabes nada,
pero esa noche estará en nuestras vidas
aunque las vivamos separadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario