Yo tengo una patria sin fronteras;
emigra al norte la mano obrera
a otros continentes artesanías
que parecen arrancadas de las quimeras
más indulgentes de mi tierra.
Raza de bronce, paisano,
indio … mexicano,
tantas formas de llamarte
a ti mi hermano,
que llevas en tu venas
no sólo uno de los colores
si no el pabellón entero.
Porque quien se dice mexicano
pisa con respeto este suelo,
cuna de valientes, de bravos guerreros
que desde sus inicios supieron
valorar su estirpe y defender
la patria como lo primero.
Cuántos codician tener en su historia
los vestigios de grandes culturas
que nos legaron el linaje.
Tradiciones que se escribieron con sangre,
pero más allá de la barbarie
debe verse a un pueblo
ávido de libertad y de democracia,
forjador de una nación
a la que llamamos con orgullo ¡México!.
Yo tengo una patria grande,
porque grandes son sus sueños,
sueños coloridos como sus paisajes
que emulan cualquier paraíso
e invitan a quedarte por siempre en ellos.
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