2 de octubre de 2007

MARIO

¡Qué sorpresa! Mis emociones
estaban más que a flor de piel,
podían olerse en el tibio aire
de un invierno en decadencia.

Elegí para vestirme el rojo,
tal vez como presagio
de encontrar otra vez esa sonrisa,
que antes llamé rebanada de luna.

Hoy no hubo cortejo
y para doblegar mi ego,
ni siquiera me recordaste
como concluía en mi poema anterior.

Pero eras tú, igual,
con tu esbeltez, tus ojos grandes y expresivos,
la seriedad y picardía que requiere tu labor.
Si, yo soy diferente a la de la otra noche
a razón de mi lado oscuro y cambiante,
pero volví a sentir lo mismo,
es más hasta pregunté por ti,
sólo para que supieras que
“alguien” curioseaba sobre tu vida.

Mario, es tu nombre
y tú no sabes nada de mi
tal vez te busque cualquier mañana
o el destino mismo nos acerque otra vez.
Sólo quiero que tu rebanada de luna,
tus ojos, tu imagen, sean fuente
para poder escribir.

Déjame hilvanar mis sueños
con hilos de locura e incienso,
sé de sobra que no hay un “lo nuestro”,
pero eres inspiración idónea para estos versos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario