Ayer sentí el suave roce de tus manos,
tus besos húmedos a galope por mi cuerpo,
tu piel como corteza de mi árbol.
Advertí mis manos asidas a tu pelo,
a tu pecho, a tu espalda, a tu costado.
Mis brazos como capuchinas,
como girasoles buscando la luz
que tus poros irradiaban.
Abrí los ojos al nuevo amanecer
y me di cuenta que sólo estaba tu recuerdo
inundado mi alcoba,
un tanto universal, quizás hasta profano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario