Me miré una vez en tus ojos,
desde entonces no encuentro mi
razón,
quizá esté escondida tras tu
iris,
tal vez huyó de mi
como lo hizo la locura misma,
dejándome por primera vez
en una intercesión.
Me gusta cuando hablamos
y esquivas mi mirada,
porque eso me garantiza
plantarme en la comisura
de tus párpados.
El tiempo corre y las palabras
fluyen,
tu voz en acústica,
trasciende de mi oído
a lo más profundo de mi memoria,
para hacer especular a mi
corazón.
Sé que dijiste tu nombre,
sé que el mío tu boca pronunció,
pero yo sólo puedo recordar
el placentero tono de tu voz.
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