Prometí escribirte un verso;
uno más, aunque los otros desconozcas;
tantas cosas podría decirte
y sólo acierto a sonreír
mientras busco palabras idóneas.
El octavo signo del zodiaco te define,
aunque en tu naturaleza
parece no haber límites.
Quien no te conoce,
suele recriminar tu ambivalencia.
Más tus ojos hablan de honestidad,
tus manos de perseverancia
y de caricias platónicas guardadas.
Tu corazón es reservado,
por eso esquivas la mirada
hasta que la intuición de dicta
que puedes avanzar
y hacer de un buen cariño
el refugio de tus labios.
Excéntrica y sublime combinación,
de pasión, planeta y agua,
que potencializa tus deseos
y convierte cualquier océano
en fluido entre tus manos.
Sí te perturba el ajetreo mundanal
y se roba por instantes
la dulce sonrisa de tus labios,
no hay mejor decisión
que refugiarte en el hogar
y cobijarte de buenos recuerdos
de antaño.
Aquella noche te
dije
“eres extraño”,
quise decirte
“me desconciertas
con tu actitud vacilante
y tus ojos huraños”.
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