Es de madrugada ya lo sé,
pero me es imposible conciliar el sueño…
Recuerdas esas largas charlas entre nosotras,
cuántas veces tu mano o la mía
posada en el hombre de la otra
era consuelo suficiente.
¡La risas!,
¡Qué digo risas si eran sonoras carcajadas!
que provocaban las miradas de la gente
que no entendía nuestras locuras.
¿Cuántas veces secaste mis lágrimas?,
no menos que yo las tuyas.
Aún en la distancia
bastaba recordar tu nombre
como alivio a mis desazones.
Hicimos un pacto de sangre
que perduraría a muchos ciclos de vida.
¡Cómo desearía estar frente a ti!
para no escribir cobardemente un verso
en el que es fácil decir “perdóname”.
No hay castigo más infame
para esta culpa mía
que alejarme de tu vida
y a tu olvido condenarme.
No expío mi error al esquivarte
más tu mirada tan sincera
puede arrancarme la verdad
y prefiero fallecer pusilánime
que morir de vergüenza al confesarme.
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