27 de febrero de 2008

DESDE ENTONCES Y PARA SIEMPRE

Te lloré como se llora
cuando te encuentras vencido,
sin pretender llenar de lágrimas
ese hueco oscuro y vacío
en que de pronto
se convirtió mi corazón.

Me vestí de nostalgia,
me peine de melancolía,
me puse el rimel del dolor
y el rubor de la desdicha;
mis pies,
aún sin las zapatillas del pesimismo,
me pesaban como lingotes de plomo.

Fui a tu encuentro,
en un triángulo amoroso,
yo citada contigo,
tú, con tu último suspiro.

Te lloré como si mi tortura
pudiera acabar la agonía,
quitarte las alas que te daba el destino
y darte extremidades
para quedarte desde entonces,
y para siempre, a lado mío.

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