Pensé que mis ríos se saldrían de su cauce,
cuando tu boca cambiara de nido,
que la locura hallaría su mejor refugio
en los surcos que hicieron tus manos
en su andar peregrino.
Que el silencio irrumpiría
en mi vida como ola de mar en tormenta
que religiosamente golpea su orilla.
Creí en la muerte súbita y reiterativa;
en los buitres comiendo
las ilusiones otra vez fallidas.
Y rogaba por no vivir jamás ese día.
Mas hoy que tu adiós
toca a la puerta de mi alma,
mi corazón se vuelve mariposa
dejándome para ti …
sólo dos lágrimas.
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