Lo vi morir lentamente,
pero estoy tranquila con mi conciencia,
pues hice todo lo que pude y lo que no.
Todas las veces que lo hallé herido
cuide sus lesiones hasta que sanaran,
sequé sus alas tras la tempestad
y fui su cobijo en cada invierno.
Esa tarde lo vi agonizar,
su respiración lenta,
latidos cada vez más pausados,
su mirada suplicando la medicina
de mis labios,
pero yo sabía que era su hora,
así que lo dejé morir
antes de que se transformara
en lo que nunca quiso ser.
Tú… ¿Qué hiciste?,
acaso no te conmovió nunca su dolor,
su agonía, su tribulación.
¿Tú qué hiciste para que no muriera el amor?.
Genial profra. Me encantan sus poemas. Desgraciadamente preste el que me regalo y no me lo devolvieron Quisiera comprar sus libros en donde puedo hacerlo????.
ResponderEliminarEste poema en especial me gusto demasiado.
att.
Karina O.P