He esperado treinta y seis soles
para encontrarme vencida en las ramas de tu árbol.
Diez mil caracoles han desfilado, por cumbres y pendientes
que fueron hechas sólo para tus manos.
Las rosas de mi vientre fecundaron en tu mar;
humedad del sereno que me regalaron tus labios.
Desiertos blancos, en tu seno abrumado.
Gaviotas y olas bajo un cielo azul,
bajo nubes de formas caprichosas,
descendiendo a la oscura sombra
de ambos silos trémulos y convulsionados.
He esperado desde ayer más de un millón de años,
a partir de mañana iré tras de otro siglo
si tengo la promesa de encontrarte otra vez
para volver sobre el camino andado.
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