Acaso también hoy piensas justificarte
con leyendas personales de amores malogrados,
feneciendo en cualquier acera de esa estrecha calzada,
recorrida en cada uno de los años de tu vida.
Ya probaste su boca, la de él y la del otro que …
ni siquiera recuerdas ahora su nombre, ni sus rasgos,
pero sabes, que en su momento, se te apetecía.
No es él con su falta de años, de experiencia, de vida;
tampoco es el otro que no podrá darte la simiente;
mucho menos es el de ayer, tal vez no sea el de mañana.
Reconócelo, simplemente no has podido encontrar
la cadencia justa de tus pasos;
tanto que pareciera que a veces te abandonan
con tendencia al horizonte,
¿lo ves?, tú estás aquí, y tus huellas
están lejos, burlándose de tu fatiga ante la cuesta.
Lo digo en serio, no es él; con esos ojos regalando dulzura,
¿quién podría decirle no, cuando miran?,
¿quién podría negarse a vivir por siempre en esos labios?,
¡sólo tú!, una necia que va sembrando razones
tras labrar su tierra abonada de manías.
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