7 de octubre de 2012

TRIGALES



Huelo la hierba bañada de rocío,
mientras paseo por los trigales,
el sol me cobija entre sus brazos
robándole a la luna celosa y distraída,
una estrella para mi,
por cada vez
que ha alargado nuestras horas.

El aire coquetea con mis mejillas,
para desbocarse después entre mis ropas;
el agua fría del río va descendiendo
por mi vientre perturbado de emociones.

Quién entendiera que no miro, que no siento
cuando disfruto de tales sensaciones,
como si muriera un instante
para extasiarme en la maravilla
del color de los trigales.

De esos ojos tuyos que miran
cambiando su color
según seduzcan, rehuyan o aquieten,
como aguas turbulentas
en las que se ahogan las cosas silenciosas
que entre nosotros dormitan.

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