Un viernes de la segunda quincena de octubre
conocí el lado interno de la luna,
oí cantar a miles de sirenas
y me topé con un centauro.
Cabalgué en un pegaso dorado
por un cielo de estrellas fugaces,
me probé los anillos de Saturno
y fui un girasol en verano.
Tu aliento hizo caracolas en mi piel,
tus secretos se anidaron en mi cabello,
las gacelas blancas de tus manos
corrían sin censura por mi cuerpo.
Y todo… todo comenzó con un beso.
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