Le solicito atentamente a usted,
rodeé mi talle con sus brazos
y acerque nuestros cuerpos.
No le haré reclamos si me besa
una o más veces
o sí muerde mis labios dulcemente.
Observaré la orden de sus dedos
de deslizar mis ropas
para dejarlas caer al piso.
Usted puede hacer locuras
por todo mi cuerpo.
Usted puede pedirme
un viaje a la Luna,
y trascender mis hemisferios,
puede someter a sus sentidos
todos mis lúbricos deseos.
En resumen tiene usted permiso
para obtener de mi
el ruego y mi cansancio,
mi agonía hasta el holocausto
de forma tal que
culmine en la elevación
y podamos continuar de nuevo.
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