El bolso
de la abuela es un universo
de
premios y aventuras.
Desde
que llegó a sus manos
fue
llenándose de “chunches”
para
cada necesidad
de los
hijos y los nietos.
En el
bolso de la abuela,
seguro
encuentras gel
para los
golpes de la vida;
lapicero
para escribir
notas de
amor o despedida;
pedacitos
de papel
que
atesoran garabatos infantiles;
frasquitos
para almacenar los berrinches;
hilo y
aguja para coser corazones rotos
e
hilvanar sueños a la luna;
lápiz
adhesivo para fijar en la memoria
los
buenos recuerdos;
tijeritas
para recortar
las
palabras que hieren;
llaves
que abren cualquier puerta;
golosinas
que sacian el hambre;
pinturitas
para iluminar las sonrisas;
alguna
figurilla de felpa
que
siempre presta oído;
una
cobija que guarda un grato abrazo;
un
termómetro para el temple de la vida;
una
plegaria espiritual
que en
la noche más oscura reconforta;
un
saquito de semillas
para
cultivar los afectos;
unos
anteojos…
un
broche...
un lazo…
…
…
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