La casa
del abuelo está pintada de colores alegres,
que me
saludan cuando paso detrás de ella,
sus
flores en los balcones me dan la bienvenida.
Mamá
“toca el claxon” – le pido –
porque
estoy ansioso de que salga el abuelo,
me
cargue entre sus brazos,
me diga
“mocoso” y me dé un beso.
La casa
del abuelo es una travesía,
con dos
dragones de rubias melenas,
que
ladran incesantemente
porque
quieren participar de mis juegos.
Todo lo
que quiero, es correr, jugar y brincar
cuando voy
de visita a casa del abuelo;
él borra
su gesto adusto cuando juega conmigo
y dice
sin palabras: te quiero.
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