Cuando
te digo hermoso,
no me
refiero a tu piel, ni a tu pelo,
tampoco
a esos ojitos;
a ningún
rasgo de faz ni de tu cuerpo.
Es mas
bien, por tus miradas
que sin
sonidos me nombran mamá;
Porque a
pesar de tu corta edad,
cuando
te reclino sobre mi pecho,
te
quedas quieto y tus bracitos
son
collares de diamantes en mi cuello.
Porque
despiertas cada día
Como un
milagro constante pero nuevo.
Una
sonrisa tuya
basta
para hacer añicos
las
cadenas terrenales de lo cotidiano,
las
futilesas del ajetreo laboral,
en
resumen, cualquiera de mis miedos.
Te digo
hermoso,
porque
cuando velo tu sueño
distingo
perfecto
la
grandeza del Creador
que puso
en cada uno de tus gestos
un poco
de mi y un poco de él,
te
empacó en mi útero
para
darme el regalo perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario