Conocí
un amor que puede transformar
en
caramelos las espinas de una ortiga.
Cuando
estamos juntos
busca
cobijarse en mis brazos,
lo
embisto a besos
y ríe a
carcajadas,
me mira
a los ojos,
dice
“amo” y comienza
la
revuelta en la cama.
El juego
termina…
cierra
sus ojitos,
se
acurruca en hombro,
descansa
su cabeza en mi pecho,
acerca
su mejilla
y me
regala la última sonrisa del día…
su
respiración es nutrimento
que me
regocija el alma.
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