Te conocí casi por azar,
la vida jugueteó con nuestros hilos,
repentinamente nos enredamos.
Así, sin más,
transitaste mis caminos
nocturnos del ensueño,
conferiste a tus miradas mis sonrisas,
y dejaste migajas de ternura
para alimentar mis manos
famélicas y ávidas de tu piel.
Otra vez, de improviso
y paso a paso
moldeaste como arcilla
mi indomable identidad.
Mudaste mis
esquemas,
hiciste dormir a mis manías,
canjeaste mis costumbres
trayendo a cada instante
nuevas y variadas experiencias.
Te quedaste
con muchos de mis nunca.
En la vida había probado
el chocante sabor de la paciencia.
Bajo ninguna circunstancia
había perdido el timón,
mucho menos el velero.
Jamás la inseguridad
me causó natural sosiego.
Nunca hubo tantas preguntas
que esperaron en silencio.
Un largo inventario de mis nunca
proyectan un balance
en el que entre más pierdo
más cosas buenas obtengo.
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